martes, 18 de noviembre de 2008

PLANTAS Y SABER POPULAR: LA ETNOBOTÁNICA IBÉRICA



Emilio Blanco Castro
Etnobotánico y consultor ambiental
Estudio de Botánica. c/ Pez Austral nº 14 - 1º A, 28007 Madrid
emiliobc@teleline.es


Introducción

Hay muchas maneras de aproximarse al estudio de las plantas, desde los aspectos más puramente científicos -interesándonos por ejemplo por su clasificación o su funcionamiento (fisiología), hasta otros claramente más contemplativos o lúdicos, como el disfrute de su belleza. Uno más de estos posibles enfoques sería interesarse por su utilidades, usos y aplicaciones a lo largo del tiempo y el espacio. Esto es la Etnobotánica, que podemos definir como el estudio científico de los saberes tradicionales sobre las plantas y sus implicaciones culturales. Pertenece a ese grupo de materias que se llaman Etnociencias, muy en auge en la actualidad.

A menudo no somos conscientes de la importancia que han tenido y tienen las plantas en nuestra vida. Es necesario recordarlo, pues a ellas debemos incluso lo que somos y esto no es exagerado; pensemos en lo que representó la interpretación y el manejo de la semilla, base de la revolución neolítica, el momento más importante de la Humanidad. Se puede hablar incluso de una coevolución hombres-plantas, aunque las plantas estaban aquí mucho antes que nosotros, exactamente más de 600 millones de años antes. Sólo tenemos que pararnos a pensar en nuestras actividades diarias desde que nos levantamos, para darnos cuenta de la implicación de las plantas en nuestro ciclo vital, ellas nos nutren, nos visten, nos cobijan, nos alegran la vida, nos relajan y nos proporcionan materiales y sustancias imprescindibles para la vida. Actividades en las que aparentemente no intervienen las plantas como la cría de animales domésticos o el consumo de carne, son posibles gracias a las plantas forrajeras.

En último término las plantas verdes son los productores primarios de la Tierra, el motor que mueve los engranajes de la vida, siendo capaces de fabricar materia orgánica a partir del sol y las sales minerales del suelo (fotosíntesis). Todo lo dicho se resume en esta sentencia atribuida en principio a Ghandi:

“Necesitamos de las plantas y de los árboles para el bien de todos, las necesitamos para aumentar nuestra calidad de vida y humanizarla…”.



Orígenes de la Etnobotánica: saber popular y saber científico

Lo más paradójico es pararse a pensar y caer en la cuenta de que el origen de la Ciencia está en las Etnociencias. Primero fue la utilización práctica y aplicación inmediata de las cosas y luego el interés por explicar los fenómenos, las causas, experimentar y mejorar los rendimientos (objetivos básicos teóricos de la Ciencia). Casi todo el conocimiento científico se ha basado en el popular, que ha sido el acicate para investigar. En la actualidad, ambos conocimientos, científico y popular, se influencian mutuamente, en una mezcla inevitable y lógica.

Es este saber invisible, intangible o intuitivo el que nos ha llevado donde estamos como Civilización, aquel que hemos ido heredando de nuestros antepasados. Hay personas que desprecian los conocimientos populares, sin saber que son muy importantes y que han sido el revulsivo de la Ciencia, así las etnociencias son básicas para entender nuestro pasado y nuestro presente.

La fermentación alcohólica y el manejo de las levaduras ya se conocían desde el Paleolítico, pero no es hasta el siglo XX que se desarrolla como ciencia la Microbiología Aplicada o Industrial, que no es más que el perfeccionamiento de esas viejas técnicas. Los antibióticos eran conocidos desde muy antiguo, se sabía que el moho de determinados hongos curaba las heridas e infecciones de los animales y las personas. Nuestros antepasados neolíticos fueron grandes etnobotánicos y etnoecólogos, a ellos debemos casi todo lo que sabemos hoy sobre el manejo y explotación del Medio.

Los “médicos” egipcios o griegos no fueron sino conocedores de las virtudes curativas de las hierbas, que a su vez habían aprendido del pueblo llano. Muchas de estas plantas todavía se usan hoy, por ejemplo del cannabis, el ginséng o la rawolfia -imprescindibles hoy- se conoce su uso desde el tercer milenio antes de Cristo. Está última era usada por los boticarios ambulantes hindús hace cuatro mil años.


1) Farmacia del Tercer Mundo en Senegal. El 80 % de la población humana se cura con la medicina tradicional, que en su mayor parte está basada en la fitoterapia. Un montón de raíces, pulpas, semillas y frutos (por ejemplo la del baobab que se ve en la imagen) son la base de la curación en estos países. Debemos a las plantas y a la medicina popular los descubrimientos más importantes de la medicina occidental moderna.


El origen de la Etnobotánica como ciencia, con este nombre, se sitúa a finales del siglo XIX en Inglaterra y Estados Unidos, época en que se hacen los primeros estudios de etnias norteamericanas (indios). Plantas tan famosas actualmente como la equinacea o el sello de oro, se citan ya en estos estudios. Pero mucho antes, viajeros, exploradores, aventureros y cronistas nos hablan maravillas y misterios del uso de las plantas entre los indígenas. Recordemos por ejemplo al escocés Richard Spruce (s. XIX) y sus descripciones del uso de la ayahuasca o caapi en la Amazonía. Nuestros cronistas españoles de Indias (s. XV-XVIII) fueron grandes etnobotánicos, pero sus obras siguen siendo muy desconocidas. Ellos fueron verdaderos pioneros en el estudio de la utilización de las plantas y hongos en las culturas precolombinas.

Cuando hablamos de etnobotánica parece que hay que referirse necesariamente a culturas indígenas remotas. Esto está muy bien, es maravilloso, nos emociona, nos transporta, sentimos algo muy especial en el contacto con lo ancestral (aunque cada vez lo es menos) y los saberes más puros; pero hay que decir claramente que también se puede estudiar etnobotánica en casi todas partes, incluso en los más avanzados pueblos del Primer Mundo o en la Vieja Europa.



2 y 3) Aspecto de la selva amazónica y preparación de curare por Wepe, indio guaoani de Ecuador. La etnobotánica indígena es apasionante, nos emociona y nos trasporta a otro mundo, pero no hay que irse necesariamente a estos lugares y culturas remotas, en nuestro mundo rural mediterráneo encontramos una gran riqueza de conocimientos sobre las plantas, aun no estudiados.



Nuestro país y en general todos los de la Cuenca o cultura mediterránea, son lugares muy adecuados para este tipo de estudios, ocupan una posición intermedia entre país desarrollado y pervivencia de modos de vida muy rurales, un mundo rico y aún vivo; pero las investigaciones etnobotánicas están bastante poco desarrolladas en estos países, donde incluso ha existido un cierto desprecio a toda la sabiduría popular, importando técnicas y usos de fuera, apartando lo nuestro. España es un claro ejemplo de esto último, y viene al caso destacar la figura del gran botánico D. Pío Font i Quer, padre de la etnobotánica reciente en nuestro país, autor de la monumental obra Plantas medicinales. El Dioscorides renovado (1961), que supo valorar el papel de la ciencia y la etnociencia, y la posición complementaria que ocupan cada una de ellas. Tras su muerte se produce una época de gran vacío de estudios etnobotánicos, pero a partir de mediados de los años 80, ha habido un resurgimiento del interés por estos temas, se empiezan a realizar algunas tesis doctorales de etnofarmacología y etnobotánica y surgen algunos grupos de trabajo. Entre esta generación de autores etnobotánicos nos encontramos nosotros mismos, yo personalmente, que realizé mi tesis doctoral en el Real Jardín Botánico de Madrid, estudiando la etnobotánica de una zona de Galicia y otra de Extremadura, comparándolas entre si, y que seguimos trabajando desde entonces.

En la actualidad vivimos en España una época de auge e incluso moda de esta disciplina, pero esto es sólo aparente, ya que no se corresponde con el apoyo económico dedicado a proyectos de este tipo, que es casi nulo.


La etnobotánica hoy. Objetivos y clasificación

La etnobotánica hoy tiene un gran desarrollo en los países más desfavorecidos o del Tercer Mundo, donde el uso del mundo vegetal está aun vivo, donde la gente depende directamente de las plantas, donde la diversidad cultural es igualmente importante como la diversidad natural. Allí se reivindica con justicia que este tipo de estudios sean aplicados y reviertan sobre las comunidades indígenas poseedoras de dichos conocimientos (temas de sobra conocidos como las biopatentes y la biopiratería). La etnobotánica aquí no sólo mira al pasado nostálgico, sino que trata de ser una ciencia que mira al futuro, como base para la búsqueda de nuevos recursos, la potenciación de los mismos en áreas desfavorecidas o la recuperación de saberes aplicables al presente. Esto mismo podríamos decirlo del medio rural de cualquier país y por supuesto el nuestro, donde la etnobotánica tiene mucho que decir.

De un modo muy académico podemos resumir los objetivos actuales de la etnobotánica en tres apartados: a) estudio e investigación de los saberes tradicionales de los pueblos, b) mantenimiento de la memoria viva del uso de los recursos vegetales y c) la aplicación para el futuro el saber rural sobre las plantas.

Los etnobotánicos utilizan para sus estudios un tipo de clasificaciones orientadas según los usos, estableciendo grupos artificiales de plantas que son usadas para el mismo fin en diferentes culturas, así tenemos por ejemplo: plantas oleaginosas, plantas maderables, aromáticas, sacarinas o edulcorantes, enérgéticas, etc. Hay usos de plantas de lo más insólito que podamos pensar, como plantas para hacer pegamentos, jabones, lejías, lacas, barnices, para hacer setos, para detectar agua o para hacer filtros amorosos, por citar sólo algunos.



4 y 5) Un objeto tan simple aparentemente como una escoba, puede encerrar una gran complejidad de conocimientos tanto para su fabricación como de uso. Estas dos especies se usan con frecuencia para fabricar escobas con diversos fines y con distintos nombres: Mantisalca salmantica (1D) y Chondrilla juncea (2). Se trata de dos plantas muy vulgares que sin embargo la gente de campo aprecia mucho por su utilidad y manejo. Chondrilla juncea además es comestible, se utiliza cuando brota para comer los cogollos tiernos en ensalada, a modo de endivias silvestres.


En total los diferentes grupos de uso se agrupan en cuatro o cinco grandes categorías o campos de uso de las plantas: Alimentación y aspectos asociados; Terapéutica, uso medicinal o afín; Tecnología o uso tecnológico -que incluye aspectos de fabricación de objetos materiales y artesanía-; y por último la Cultura no Material, es decir, los aspectos relacionados con la religión, la fiesta, el ocio, el mito, la magia, la superstición y en general el mundo de las creencias. hay una quinta categoría que se relaciona con los conocimientos en relación con el paisaje, las plantas como bioindicadores y el manejo de la vegetación en su conjunto y del Medio Ambiente en general, por parte de las culturas tradicionales para su supervivencia y que llamamos conocimiento Etnoecológico o Agroecológico.


6) Se muestra en la imagen un objeto procedente del Pirineo de Lérida, es un vaso de corteza de abedul que fabricaban los pastores para beber, para ello se dejaba en las fuentes y manantiales. Se nombre es “basulla” y todavía lo saben hacer los viejos pastores. Es el uso tecnológico de una planta que nos recuerda a las culturas de los indios norteamericanos o las culturas escandinavas, para las que el abedul era un árbol usado para todo, una verdadera panacea vegetal.




7 y 8) En estas fotos nos interesamos por los procesos de manejo de la planta, tan importantes o más que las plantas. En 6 se nos muestra la preparación de las piñas de pino piñonero en verde, en salmuera, un tipo de alimento insólito, propio de la región de La Manchuela entre Albacete y Cuenca. En 7A se muestra la preparación casera del licor de nueces verdes, que tiene mucho arraigo en distintas zonas de nuestro país, con muy distintas recetas.


Los nombres vernáculos de las plantas. Metodología

El tema de los nombres vernáculos de las plantas, es decir, de sus verdaderas denominaciones locales, trasmitidas oralmente de generación en generación, es por sí solo apasionante. Las denominaciones son mucho más que simples vocablos, de los que se pueden sacar muchas conclusiones, el trabajo en colaboración con lingüistas puede ser fundamental. A veces el nombre de una planta cambia de un pueblo al de al lado y nada tienen que ver, otras se mantiene idéntico en grandes territorios, aunque con variantes; los usos pueden ser también iguales o muy distintos.

Damos como ejemplos algunos nombres de vegetales curiosos y sonoros que nos vienen ahora a la mente: azotacristos, siempreviva, humeiro, verguera, ahoganiños, pelendengue, hierba de las machacauras, jopo de lobo, teta de vaca, raíz del morero, flor del diablo, etc. Asociado al lenguaje y la lírica popular está el tema de las expresiones, los refranes, leyendas, las adivinanzas y dichos, en relación con las plantas, cuya recopilación nos hace admirarnos ante el ingenio anónimo de la cultura popular.



9) Este señor de un pueblo de Salamanca nos muestra la raíz tuberosa de una planta que usa para preparar una pomada antiartrítica y vulneraria, cuyo uso aprendió de un curandero de otro pueblo. Se trata de Thapsia villosa, una planta venenosa llamada aquí “raíz del morero”. Muchas son las plantas tóxicas no investigadas, algunas encierran sustancias potencialmente curativas. Esta raíz se usó en otras zonas de España para pescar en los ríos, por poseer sustancias ictiotóxicas.



Dentro de la etnobotánica como de cualquier otra ciencia se pueden hacer trabajos más o menos teóricos, de biblioteca o de campo. Los trabajos de etnobotánica histórica sólo requieren bucear en la documentación, pero los trabajos más comunes que se realizan, suponen una buena parte de trabajo de campo. Yo al menos trabajo en esta línea en la que el los datos del campo son la base del trabajo de investigación.

Se puede estudiar una comarca o región entera, un tema concreto, una localidad o una sola especie de planta (estudio monográfico). Se pueden entrevistar a muchos informantes o basar el trabajo en uno sólo o unos pocos, que posean un gran conocimiento práctico de la naturaleza. Los datos de campo se anotan como cualquier otra metodología de trabajo etnográfico, teniendo además la precaución de ser muy cuidadoso con la identificación de las plantas, cogiendo muestras de herbario, siempre que se pueda, para su identificación correcta.

Es importante la elección de los informantes, asunto clave del trabajo. Existen personas con un conocimiento tremendo del campo, conocimiento fruto de su experiencia de vida y trabajo en contacto con la naturaleza. Estos son los personajes que nos interesan y que tenemos que encontrar. La edad no es lo más importante, aunque las personas mayores normalmente son las que más saben de estos temas, sin embargo podemos encontrar también personas de edad media o incluso jóvenes, que sean excelentes informantes. A veces uno trabaja con contactos previos que facilitan la relación, pero otras no los tiene y los busca a ciegas, ambas formas de trabajo son interesantes.


10 y 11) Dos instantes de la metodología del trabajo de campo, entrevistando a personas con buen conocimiento de plantas, compartiendo con ellos tranquilamente un rato, en torno a la mesa camilla, donde nos hablan de las variedades tradicionales de legumbres, de plantas medicinales, o de ornamentales. Son momentos muy agradables e inolvidables de rememorar el pasado y de aprender de ellos tantas cosas que tienen que contar de su experiencia vivida, en este caso en relación con las plantas.



Satisfacción personal

El trabajo de campo es apasionante porque te aporta mucho personalmente es mucho más que un mero estudio. Te acerca a la gente, te hace comprender el mundo rural y te lleva por caminos insospechados. Cuando los informantes sienten tu interés por los temas que ellos saben y ven que te saber desenvolver en su mundo, se abren irremediablemente. Hay que ser cauto y humilde y saber tratar a la gente y reconducir las conversaciones, procurando influir lo menos posible en éstas, aunque siempre se influye de alguna manera, aunque no se quiera. Por ejemplo, es muy distinto hacer el trabajo como investigador siendo mujer u hombre, lógicamente las conversaciones se reconducen de modo distinto y tienen distinto sesgo, pero esto es inevitable.

A mi personalmente la etnobotánica me ha aportado mucho, me sirve de estímulo o aliciente para tratar de entender el mundo que vivimos, es para mí una disculpa para el acercamiento a la gente de los pueblos. El trabajo de campo se ha convertido con el tiempo en un verdadero “vicio”, por las emociones que me reporta y lo que aprendo de la gente. Según mi opinión en el mundo rural español conviven dos mundos, el normal digamos -el de la televisión y los medios de comunicación- y otro, en el que sobreviven pensamientos y saberes de lo ancestral (atávicos), este es el que me interesa descubrir.

Esto no nos debe hacer pensar que lo rural es idílico y que la gente de campo es mejor que la urbana (mito de lo popular). El saber popular es muy sabio pero a veces también hay errores de concepto y confusiones. Las personas de campo antiguas siguen viendo la naturaleza como algo hostil de la que hay que refugiarse y explotar al máximo, no son nada conservacionistas en el sentido que damos ahora a esta palabra. En países pobres sin recursos y en épocas de guerra se explota el medio de forma desequilibrada y caótica.


Temas favoritos

Uno de los temas más apasionantes de la etnobotánica es el relativo a los usos narcóticos, mágicos o míticos de las plantas (creencias supersticiosas). Muchas creencias, leyendas o festividades en relación con los árboles y las plantas todavía está vivas. Creencias como la curaciones por endoso (dialogar con una planta concreta y trasferirle una enfermedad), curaciones de enfermedades de la piel mediante ritos, el mal de ojo, las brujas, rituales de protección del fuego, de las tormentas y del mal en general, están presentes en nuestra cultura ibérica. La gente en general dice no creer en estas cosas, pero en el fondo siente un gran respeto por todo aquello que entra dentro de lo inexplicable y se cuida mucho de negarlo. Siempre nos hemos preguntado, ¿de dónde vendrán esos conocimientos ancestrales?, ¿son supervivientes de un pasado muy remoto? ¿por qué se han conservado hasta nuestro días?.

12 y 13) Llaman también mucho la atención las plantas con implicaciones mágicas o supersticiosas, que también las hay en nuestra geografía. Es el caso del “sacapeos” (Senecio jacobaea) de la que vemos dos imágenes, de las hojas y de las flores. Con esta planta se hacen diversos ritos para curar enfermedades del ganado o para curar las verrugas de las personas. Es una planta venenosa temida por los ganaderos y muy común, que indica lugares de paso de ganado (éste nunca la come) y pastos poco nutritivos. Recibe muy diversos nombre según regiones, el de sacapeos o sacapedos alude a la fuerza que hay que hacer para desarraigar la planta, porque en el esfuerzo del tirón se puede liberar ventosidades sin darse cuenta.


Todavía persisten en algunos pueblos el rito de la bendición de los campos, por el cual el cura preside la procesión del santo en cuestión o de la Virgen, que recorre diversos cultivos, bosques o eriales y va bendiciendo con su hisopo
de agua bendita los campos y recitando oraciones y ensalmos que piden un año bueno de cosechas, y que queden éstas a salvo de las tormentas y pedriscos. Esto tiene lugar el 15 de mayo o en fechas próximas de este mismo mes.




14, 15 y 16) Hay plantas que representan casi todo para una comarca, en torno a ellas se ha desarrollado toda la vida y la economía en el pasado. Es el caso de la encina en grandes zonas del territorio ibérico, donde de este árbol se extraía madera, leña, forraje, alimento (de las bellotas), curtientes, se hacía carbón o se hacía abono con sus hojas.
Tan importante puede ser una planta que incluso algunos ritos y tradiciones religiosas giran en torno a ella, como la Virgen de la Encina o la Virgen de la Carrasca (carrasca es el nombre de una encina pequeña), patronas de algunos pueblos de Castilla. En la imagen un ejemplar singular de encina de gran tamaño, llamado “Encina del Toril”. Cespedosa de Tormes, Salamanca. Ermita e imagen de la Virgen del Carrascal en Cespedosa.


Etnoecología. El saber ecológico popular es otro de los temas que más nos apasiona de la etnobotánica, por ejemplo el manejo de los prados, la rotación de los cultivos, el conocimiento de las plantas bioindicadoras, o la técnica de hacer un puente con lianas y ramas. Además de los usos de las plantas consideradas aisladamente, está este otro nivel de sabiduría popular, que supone la gestión de la vegetación y del paisaje en su conjunto. Así se han modelado paisajes actuales tradicionales que son verdaderos sistemas de producción en equilibrio con la naturaleza, como la Dehesa extremeña y salmantina o la pradera cantábrica. Esto lo estudia la disciplina llamada también agroecología, que tiene mucha relación con la etnobotánica.


17) En esta imagen queremos ilustrar la importancia de los conocimientos, no ya de la planta aislada, sino del conjunto, es decir lo que hemos llamado el saber ecológico, por el cual se modelan los paisajes. Es una foto de la Sierra de Gredos (Ávila), donde se ven los jugosos prados obtenidos secularmente por el sistema de acequias para riego, con las cuales se trata de ganar terreno de pasto para el ganado. Se ve en primer término un chopo lombardo (Populus nigra var. pyramidalis) y una sauce (Salix atrocinerea), que allí llaman “vergueras” en vez de sauces. Los nombres vernáculos de las plantas son bellos y muy interesantes para sacar conclusiones, trabajando en colaboración con lingüistas y filólogos.


Conservación y futuro

Lo normal es decir que todos estos conocimientos se acaban y que desaparecen para siempre con el fallecimiento de las personas mayores y el relevo generacional, pero esto no es tan simple. En este tema me invade un sentimiento de ambigüedad, por una parte es cierta esta afirmación y uno sabe que no puede tardar mucho en hacer estas investigaciones porque cada día que pasa es un poco más tarde y los buenos informantes se van muriendo; pero por otra uno piensa que los tiempos cambian y que los usos se trasforman, pero siempre hay gente que hereda estos saberes y esta curiosidad humana innata y que los purismos no son posibles.

En España en concreto han ocurrido unos cambios sociales enormes muy rápidos, experimentados ya por otros países europeos hace muchos años. Nos encontramos en una encrucijada, lo que hasta hace poco estaba vivo y se usaba en la vida diaria, ha pasado o está pasando a ser objeto de libro o de museo, muerto en una vitrina. Se pierde la autenticidad, pero por otra parte parece inevitable, como ha ocurrido en otros países centroeuropeos.

Son ideas difíciles de expresar que repetiré con otras palabras. Los conocimientos reales se convierten sólo en motivo de estudio o exposición, en reclamo turístico, pero los mantenedores reales de estos saberes en la práctica se mueren y sus hijos no heredan ni se interesan por ello. No me convence este camino digamos “museístico”, la etnobotánica como objeto de consumo y turismo, pero parece que no hay otro camino. Lo malo es que además, seguro que esta trasformación que yo llamo “de lo real al museo” la haremos mucho peor que la han hecho en países como Francia, donde al menos saben dar valor turístico y vender sus valores del pasado. No se si me entendéis...



18) Se muestra en la imagen un objeto que es en realidad un amuleto vegetal, usado en España al menos desde el siglo XVII. Es la semilla de una planta tropical trepadora (Inga sp.) que vive en todas las zonas tropicales y que seguramente llegó a nuestro país procedente de América. Se llama castaña de Indias, por su parecido a la castaña del árbol castaño de Indias de nuestros parques y jardines (Aesculus hippocastanum), pero con la que nada tiene que ver. Este amuleto se usa como protector y en la foto aparecen dos castañas de amuleto, una de ellas engarzada en plata.



Referencias

BLANCO, E. (1995). Investigaciones etnobotánicas en la Sierra del Caurel (Lugo) y en la Calabria extremeña (Badajoz). Universidad Autónoma de Madrid. Tesis doctoral inédita.
BLANCO, E. (1996). El Caurel, las plantas y sus habitantes. Fundación Caixa Galicia. Santiago de Compostela.
BLANCO, E., (1998). Diccionario de Etnobotánica Segoviana. Ayto. de Segovia/Caja Segovia. Segovia.
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BLANCO, E. (2004). Etnobotánica en los Montes de Toledo. Asociación Cultural Montes de Toledo / Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo.
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